That’s all, folks!

Hoy es un día extraño.

Nueve semestres, cuatro años y medio. Una carrera. Las palabras son demasiado vanas y los números demasiado pocos para describir lo que es una vida en nuestra Alma Mater, el Instituto Tecnológico de Durango. Es algo que uno sólo puede comprender segundo a segundo, en el momento y lugar. En el centro del laberinto que es convertirse en profesionista.

Es demasiado vasto lo que se podría hablar respecto a mis experiencias, a las experiencias de una generación completa; que orgullosamente es la generación más grande que se haya graduado de la Ingeniería en Sistemas Computacionales. Son demasiadas cosas que se resumieron ayer, en nuestra fiesta de graduación.

Solo les puedo decir que se siente como si hubiera vivido varias vidas y las fuera cerrando, cada una a la vez; para poder abrir las que siguen.

Terminar mi educación.

Concluir no solo los cuatro años de la carrera, si no los dieciséis de ser estudiante.

Tanto, tanto que se encierra en las memorias de esos años, de esas personas, de esos retos, de ese mundo que dejamos anoche.

Bailamos, brindamos, reímos, hicimos varias idioteces, nos embriagamos de tequila y de gusto por salir, estuvimos juntos quizá por última vez y lo disfrutamos como solo se pueden disfrutar los muchos años, los muchos dolores y las muchas alegrías cuando se toman todas al mismo tiempo, en el huracán de una memoria compuesta de miles.

Y ahora que ha concluido, es extraño. Por que nos encontramos frente al mundo, sin una escuela de por medio.

Por que ya no somos estudiantes.

¿Qué les puedo decir? Anoche estuvieron conmigo mis amigos, mis hermanos, mi familia. Estuvieron algunos en persona, otros en espíritu. Anoche me ayudaron a concluir algo. A terminar una época.

Algo tan inmenso, que hoy es un día extraño, por que estoy en medio de la nada y por un momento yo mismo no soy nada ni nadie.

Solo palabras.

Solo recuerdos.